viernes, 24 de septiembre de 2010

Psicoanálisis, ciencia y pseudociencia.

Alumn@s:


llevar impresos estos tetos que son obligatorios para la prueba de Octubre.

Éxito.
 
Lorena Leiva Cabrera

Psicoanálisis, ciencia y pseudociencia.



Philip Johnson acerca de Karl Popper



Karl Popper provee el indispensable punto de partida para comprender la diferencia entre ciencia y pseudociencia. Popper pasó sus años de formación en la Viena de principios del siglo veinte, donde la vida intelectual estaba dominada por ideologías basadas en la ciencia, como el marxismo y las escuelas psicoanalíticas de Freud y Adler. Éstas eran ampliamente aceptadas como ramas legítimas de la ciencia natural, y atraían un gran cortejo de seguidores de entre los intelectuales, porque parecían tener un poder tan enorme de explicación. La aceptación del marxismo o del psicoanálisis tenía, como observó Popper, el efecto de una conversión o revelación intelectual, que abría tus ojos a una nueva verdad oculta a los no todavía iniciados. Cuando eran así abiertos tus ojos veías ejemplos confirmadores en todas partes; el mundo estaba lleno de verificaciones de la teoría. Todo lo que sucedía siempre lo confirmaba. Así, su verdad se hacía manifiesta; y los incrédulos eran evidentemente personas que no querían ver la verdad manifiesta; que rehusaban verla, bien porque iba en contra de su interés de clase, o bien debido a sus represiones, que seguían no analizadas y que clamaban por ser tratadas. Un marxista no podía abrir un diario sin encontrar en cada página una evidencia confirmadora de su interpretación de la historia; no sólo en las noticias, sino también en su presentación –que revelaba el prejuicio de clase del diario– y especialmente, claro, en lo que el diario no decía. El análisis freudiano destacaba que sus teorías quedaban constantemente verificadas por sus observaciones clínicas.

Popper se dio cuenta de que una teoría que parece explicarlo todo en realidad no explica nada. Si los salarios disminuían era porque los capitalistas estaban explotando a los obreros, como Marx predecía que lo harían, y si los sueldos se elevaban era porque los capitalistas estaban intentando salvar un sistema podrido mediante unos sobornos, que era también lo que el marxismo predecía. Un psicoanalista podría explicar por qué un hombre cometería asesinato –o, con la misma facilidad, por qué el mismo hombre sacrificaría su propia vida para salvar la de otro. Pero según Popper, una teoría con una capacidad explicativa genuina hace predicciones arriesgadas, que excluyen la mayor parte de posibles resultados. El éxito en la predicción es impactante sólo hasta donde el fracaso sea una verdadera posibilidad.

Popper quedó impresionado por el contraste entre la metodología de Marx o Freud por una parte, y de Albert Einstein por la otra. Einstein expuso casi temerariamente su Teoría General de la Relatividad a la falsación prediciendo el resultado de un osado experimento. Si el resultado hubiese sido diferente del predicho, la teoría habría quedado desacreditada. En contraste, los freudianos buscaban sólo ejemplos confirmadores, y hacían su teoría tan flexible que todo contaba como confirmación. Marx sí hizo predicciones específicas –acerca de las inevitables crisis del capitalismo, por ejemplo– pero cuando los predichos acontecimientos no se materializaron, sus seguidores respondieron modificando la teoría, de modo que siguiese explicando todo lo que sucediese. Popper emprendió responder no sólo a la cuestión específica de por qué el método científico de Einstein difería de la pseudociencia de Marx y de Freud, sino también a la cuestión más general de qué es ciencia y en qué difiere de la filosofía o de la religión. El modelo aceptado, descrito por vez primera por Francis Bacon, concebía la ciencia como un ejercicio de inducción. Se creía que los científicos formulaban teorías para explicar datos preexistentes, y que verificaban sus teorías acumulando evidencias adicionales confirmadoras. Pero los filósofos escépticos –especialmente David Hume– habían puesto en tela de juicio que una serie de observaciones objetivas pudiesen realmente establecer la validez de una ley general. Un suceso puede seguir a otro una y otra vez en nuestra experiencia inevitablemente limitada, pero siempre hay la posibilidad de que adicionales observaciones revelarán excepciones de refuten la norma. No se trataba de una mera posibilidad teórica: los científicos se habían quedado aturdidos al ver el edificio aparentemente invulnerable de la física newtoniana desmoronarse cuando técnicas modernas hicieron posible hacer nuevas clases de observaciones.

La validez de la inducción como base para la ciencia no era sólo filosóficamente insegura, sino que era también inexacta, porque los científicos no trabajan como prescribe el modelo inductivo. En la práctica científica, la teoría normalmente precede al experimento o al proceso de recolección de datos, y no al revés. En palabras de Popper, “la observación es siempre selectiva. Necesita un objeto escogido, una tarea definida, un interés, un punto de vista, un problema”. Carentes de teoría, los científicos no sabrían cómo diseñar experimentos, ni dónde buscar los datos importantes. La inspirada contribución de Popper fue descartar el modelo inductivo y describir la ciencia como comenzando en una conjetura imaginativa o incluso mitológica acerca del mundo. La conjetura puede ser falsa en todo o en parte, pero da un punto de partida para la investigación cuando se enuncia con una claridad suficiente para poder ser sometida a crítica. El progreso no se consigue investigando el mundo en busca de ejemplos confirmadores, que siempre se pueden encontrar, sino buscando la evidencia falsadora que revela la necesidad de una nueva y mejor explicación.

Popper expresó el punto esencial en un maravilloso aforismo: “La perspectiva errónea de la ciencia se descubre por su avidez de ser verdadera”. En algunos casos, esta avidez proviene del orgullo del descubridor, que defiende una teoría con todos los artificios a su disposición porque está en juego su reputación profesional. Para los marxistas y freudianos, su avidez provenía de la sensación de seguridad que habían conseguido al poseer una teoría que parecía dar sentido al mundo. Las personas basan sus carreras y sus vidas personales en teorías así, y se sienten personalmente amenazadas cuando la teoría es atacada. El temor lleva a estas personas a aceptar acríticamente cualquier artificio que preserve a la teoría de la falsación. Popper propuso el criterio de la falsación como ensayo para distinguir la ciencia de otras actividades intelectuales, entre las que incluyó la pseudociencia y la metafísica. Estos términos han causado alguna confusión, porque en lenguaje ordinario identificamos “ciencia” como el estudio de un tipo determinado de materia, como la física o la biología, en contraste con (digamos) la historia o la literatura.

La lógica de Popper implica que la posición científica de una teoría depende menos de su campo de estudio que de la actitud de sus seguidores hacia la crítica. Un físico o un biólogo pueden ser dogmáticos o evasivos, mientras que un historiador o un crítico literario pueden expresar las implicaciones de una tesis de una manera tan llana que se invita la presentación de ejemplos refutadores. La metodología científica existe allá donde las teorías son sujetas a una prueba empírica rigurosa, y está ausente allí donde la práctica es proteger una teoría en lugar de someterla a ensayo.









Los límites de la ciencia: la provisionalidad de las teorías científicas

A. EXPERIENCIA Y FALSACIÓN



El filósofo de la ciencia Karl Popper (12902-1994) aceptó, con todas las consecuencias, que los enunciados universales no pueden ser verificados definitivamente por medio de la experiencia. Tomemos el enunciado “Todos los cuervos son negros”. Este enunciado no puede ser verificado, ya que ello exigiría observar todos y cada uno de los cuervos que hay, ha habido y habrá. No obstante, los enunciados universales sí pueden ser refutados o falsados: en nuestro ejemplo, la observación de un solo cuervo que no sea negro bastaría para demostrar que el enunciado “Todos los cuervos son negros” es falso. Las teorías y las leyes científicas, de acuerdo con esta propuesta, no pueden ser demostradas, pero pueden ser falsadas. Las teorías y las leyes científicas son, pues, falsables. Puede demostrarse que son falsas, en el caso de que lo sean. Sin embargo, mientras no sean efectivamente falsadas, continúan vigentes y no hay por qué abandonarlas. Esta es, en lo esencial y esquemáticamente expuesta, la posición del falsacionismo por lo que se refiere a la relación entre experiencia y teoría.

Esta postura de Popper conlleva una visión de la ciencia con las dos características siguientes:

1. El método científico es, en definitiva, el de ensayo-error. Las hipótesis son conjeturas que se hallan expuestas, por principio, a la refutación, a la falsación. Cuando una conjetura resulta falsada, se lanza otra, y así sucesivamente. Tanto como de los aciertos, y aún más, aprendemos de nuestros errores, de las conjeturas refutadas.

2. Las teorías vigentes siempre han de considerarse provisionales. Las aceptamos, y es razonable que las aceptemos, en la medida en que no han sido refutadas todavía. Pero la posibilidad de que sean refutadas está siempre abierta. Aceptación y abandono de las teorías: ¿Se refutan las teorías? El falsacionismo de Popper parece ofrecer una explicación sencilla de cómo y por qué se abandona una teoría: se abandona cuando es falsada. Pero, ¿es así de sencillo? Hay razones para suponer que no:

1. El falsacionismo elemental (el falsacionismo tal como lo hemos expuesto) sirve para proposiciones aisladas de bajo nivel teórico. Sirve perfectamente para el ejemplo que hemos utilizado, el enunciado “Todos los cuervos son negros”, el cual quedaría definitivamente refutado si se encontrara un cuervo que no fuera negro. Pero, como hemos visto, las teorías no son enunciados aislados, sino sistemas de enunciados conectados entre sí. Cuando una experiencia es contraria a la teoría, siempre es posible escoger qué enunciados de la teoría conviene revisar. Por lo general, en vez de abandonar la teoría, se retocaría para hacerlo inmune a la observación adversa.



2. Una teoría no se abandona a no ser que se disponga de otra mejor, es decir de otra que explique más hechos y que los explique mejor. Esta circunstancia obliga, bien a renunciar al falsacionismo como explicación del abandono de las teorías, bien a ampliar y modificar la idea de falsación aceptando que una teoría es falsada simplemente por el hecho de que aparece otra mejor.



Calvo Martínez y J.M. Navarro Cordón, Filosofía I, Anaya, Madrid, 2002, págs, 33-34.

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